Yo estaba parado en Avenida del Campo

vos cruzaste las vías
y me miraste desde atrás del kiosco de diarios.

Eras negro y petiso
y yo sé que si hubiéramos querido
ahora estaríamos juntos
para siempre.

En cambio
conozco gente que tarda toda la vida
en compartir aunque sea un poquito de amor.

Al cabo de unos segundos
como notaste que yo no te elegía
seguiste caminando por avenida del Campo
solo
abajo de la noche
en el medio del frío
oliendo algo
pensando en alguien
hablando solo
dispuesto a todo
re contra loco

Me arrepiento
desde ese día no puedo dejar de pensar en vos
Ojalá que encuentres un amigo
que esté a la altura de tus circunstancias.
Ojalá que encuentres un amigo
petiso y negro
alto y rubio
flaco y gordo
pelo con rulos
dispuesto a todo
hablando solo
recontra loco.

Mariano Blatt

 Estoy acostumbrado a ser alguien diferente en cada mundo en que me muevo: hablar con algunos de vaquillonas y cosechas; con otros, de libros y poesía; con otros más, de arte contemporáneo o cine; o de flores, tomates y semillas; o de amores y chismes, con otros amigos.

Pero a veces, muchas veces, deseo ser siempre el mismo.

Ser el mismo en el pueblo, el mismo en la ciudad, el mismo en el campo, el mismo cuando beso, el mismo cuando extraño, el mismo sembrando en la huerta, el mismo cuando escribo (...)

Contar una historia cambia a quien la cuenta. Y por momentos la ficción es la única manera de pensar lo verdadero~

Federico Falco, Los Llanos.

Me gustaría poder decirte:
Ven cuando quieras, te estaré esperando.
Los barcos son así
son así los muelles
y los viajeros
Te lo juro
me gustaría
poder decirte
La nave que emprendimos
nos estará esperando
los días pasados
son como si no hubieran pasado nunca
las calles recorridas
están en el mismo lugar
las plazas
las fuentes
los árboles
cosas de la imaginación
cosas de la evocación
cosas de la nostalgia
Me gustaría poder decirte
esta mañana llueve
te estaré esperando
como si nada hubiera pasado nunca
como si Pinochet no hubiera asaltado la Casa de la Moneda
como si te hubieras ido hace solo media hora a comprar tabaco.
Me gustaría poder decirte
la vida está muy cara
pero los atardeceres siguen siendo rosa
hay niñas que quisieran ser palomas
pero deben ir al colegio
palomas que tienen tu gracia al despertar
tu gracia dormida
que es una gracia
que no conocen
más que los que te vieron dormida una noche de verano
durante seis años
como yo.
Pero seguramente el hecho
de haberte visto dormida todas las noches de seis años
justamente me impide decirte:
Ven cuando quieras
Te estaré esperando y seguramente
haberte visto dormida todas las noches de seis años te
impide
volver al banco vacío
a la casa abandonada
al barco hundido.
Aunque sepas oscuramente
en las noches de invierno y de verano
que te estaré esperando
como si todas las cosas del mundo
ya nos hubieran pasado para siempre.

Cristina Peri Rossi

 Para atragantarse con el mate, un poema de Elena Anníbali (La casa de la niebla, Ediciones del Dock, 2015)

IX
soy
la doméstica de esta vidita
cuando la otra se ausenta, yo
entro a la casa, saco
la basura
la grasa de la vajilla, saco al sol
el colchón con pelos de gato
donde se deshoja el tiempo
de la muerte
me quedo mirando piadosamente
las pelusas contra el sol de la mañana
a veces, también por piedad
acomodo su corazón
pongo en hora el reloj del pasillo
cuando la otra que soy vuelve
pasa un dedo sobre el mueble y dice
que soy buena haciendo eso:
esconder la mugre
perfumar la áspera verdad

 Algunos días necesito que un pájaro se pare en la ventana, me mire y me diga: obvio que la magia existe.

Otros días, el pájaro soy yo.

Juan Solá

 Cada vez que veo

a un animal muerto en la ruta,
siento una pena inmensa
por ese perro o gato
que está ahí, aplastado,
muerto y mil veces muerto.

No sé por qué.

Pero ese animalito,
que, sin ambición, intentó cruzar la calle,
y que ahora yace sobre el río de cemento,
es como un Cristo:
un animal que entrega su vida
para que yo recuerde la mía.

Porque cualquier conmoción
que nos salve del letargo
es una gracia.


Mi plegaria es esta:
que el ojo no olvide lo bello
que el dolor sea una puerta
que la tristeza se vuelva la raíz de la esperanza
que el amor nos salve.


De animalito muerto, de árbol quemado,
de niño triste,
no importa que aspecto tome
la fragilidad
lo que importa es que consiga
hacer retroceder
a la certeza.

No creo en nada
que no esté incompleto.
En ningún Dios
que no arriesgue su vida cruzando la calle,
y a veces
la pierda.

Federico Martínez

 ~Cuando ves a un niño nacer te das cuenta de que un bebé no es más que un sándwich de jamón y queso reconstituido. Solo un pequeño anagrama de tí y de lo que has estado comiendo durante nueve meses~


~A veces pienso que sin niños somos bestias o polvo. Que somos como algo perdido en el mar~

~Esos son los asesinos del amor. Te aman y después te matan. Son de otro planeta. Supuestamente~

~Esperar?- pregunté tensa como una luz amarilla~

~Lo extrañaba. Me dí cuenta de que el amor era algo que la columna vertebral recordaba~

~Cuando iba al centro, los colores de todas las tiendas se derretían ante mis ojos como revistas húmedas~

~El problema con una mujer linda es que hace sentir a todos a su alrededor desesperadamente masculinos, lo que no presenta ningún problema particular si para empezar eres hombre~

~Sintiéndose como un mapa vuelto a doblar en el sentido contrario a sus pliegos~

~Las palabras dan vueltas en el aire como helicópteros~

~El fin de semana aparecía delante de ella como una encantadora hamaca atada entre dos anchas semanas~

~No me gustan los perros, los perros grandes y torpes. En las multitudes se comportan como los humanos: arman pandillas y van directo a los genitales~

~Escribir es un safari (...) Significa salir y mirar, cazar y traer a casa, a la jaula de la página, la cosa viva más maravillosa del mundo~

~Esa discusión que es el sexo~

~Yo estoy a favor de relacionarse con lo auténtico de un país extranjero, aunque no estuve nunca en otro país yo misma, a menos que el matrimonio cuente como otro país~

~A veces -suspira hacia el vapor- siento que estoy justo en la niebla de las cosas~

Anagramas, Lorrie Moore, 1986. Editorial Eterna Cadencia 2020.